Aunque la mayoría cree que no hay matrimonios perfectos, pues hoy me doy cuenta que ¡si los hay!
El punto es que todos los matrimonio normales y perfectos tienen problemas, todos tienen desacuerdos, opiniones diferentes ante todo lo que acontece en la vida… y no solo en cosas simples… un problema no es discrepar porque a uno le gusta la comida con mucha carne y el otro es vegetariano, o que a uno le encante dejar la pasta de dientes abierta y el otro sea tan ordenado que tiene categorías hasta en la sopa…
También hay discusiones en cosas de dinero, de educación, de religión, de valores, de tiempo libre… etcétera…
Aquí lo importante es primero que nada hablar sobre estas cosas antes de casarse… cosas profundas, tener discusiones y analizar como se manejan las crisis. Cuando ya el matrimonio sale del primer año de casados… o sea de la luna de miel… empieza la aventura… ¡Bienvenidos a la realidad! Una realidad que tiene alegrías, emociones, tristezas, pleitos, desacuerdos, miedos, satisfacciones y más. Todo esto es el reflejo de un matrimonio perfecto.
Aquí el reto es ir madurando, crecer individualmente y como pareja… cada uno nos vamos conociendo mejor, vamos entendiendo como somos, como son los demás, como reaccionamos ante alguien que no piensa igual que nosotros, como tratamos a veces de convencer a otros de ser de una forma diferente…
¿Por qué tratamos de cambiar a nuestro esposo(a) de una forma que para nosotros es la correcta? Una cosa es pedirle que cambie en algunas cosas que a nosotros nos genera un constante conflicto, y otra querer hacerlo otra persona totalmente diferente. Además, ojo, nosotros también tenemos que cambiar en cosas que a él o a ella le generan conflictos… y aquí también entra la entrega, el ceder y el pedir.
No hay que asustarnos ante las discusiones, no se trata de vivir en un cuento de hadas, donde todos cantan canciones y hasta los pájaros, venados y osos nos ayudan a entender la realidad… no… los problemas son parte de nuestro crecimiento, son parte fundamental para poder querer más a la otra persona… porque un verdadero amor es con todo… el paquetito nos lo entregaron completo… con las buenas cosas y las malas… sin problemas, sin discusiones… no hay conocimiento, y sin conocimiento el amor se queda estancado… no crece…
A nuestros hijos los conocemos desde que nacieron, por eso nos cuesta menos trabajo aceptarlos con todo, a nuestro esposo(a) lo conocemos desde… ya grandecito; tiene un pasado diferente al nuestro y aunque nos lo cuente mil veces no lo vivimos con el…
Aquí entonces entra el momento de ser realista y fuerte. No podemos de verdad mandar a volar toda nuestra vida por una simple o profunda discusión, por tener diferentes puntos de vista, por ser como el agua y el aceite, por tener personalidades totalmente diferentes…
Se trata de crecer como personas individuales, ayudando al otro a ser mejor en su individualidad, que el otro sea más él, y nosotros más nosotros, y que aprendamos a querer al otro siendo así, y no solo eso sino a admirar esos defectos que nos vuelven locos, y aprender de ellos… se trata de vivir equilibradamente, el uno y el otro.
No te voy a mentir, mientras pasamos por esa época de discusiones, de crisis, de desacuerdos, es como vivir en el infierno… mil ideas nos llegan a la cabeza, queremos abandonar todo y cambiar de vida… nos preguntamos mil veces en que momento se nos ocurrió casarnos con esa persona.
Pero la calma comienza cuando volteamos a ver hacia nosotros para ver en que podemos mejorar y cuando volteamos a ver a los demás para ver cómo podemos ayudarlos mejor… cuando dejamos de pensar que injusta es la vida que nos trata tan mal, cuando dejamos de pedir la atención de los demás, cuando nos interesa más el otro que yo mismo, es cuando crecemos los dos, y sin pensarlo automáticamente estamos bien nosotros… si ya se, seguro piensas que no es verdad, que primero hay que estar bien uno para que los otros estén bien, y que importamos mas nosotros que todos los demás… el pensar así, nos hace felices unos instantes… porque la mayor satisfacción se alcanza cuando ayudamos a otros a ser felices, pero por ellos, no por nosotros… y así entonces estaremos bien nosotros.
Así que la siguiente vez que comencemos una discusión con nuestro esposo(a) no hay que salir corriendo, pensando en que ya es tiempo de hacer maletas y llamar a un abogado… mejor pensemos que probablemente nosotros seamos uno de esos matrimonios perfectos, que discuten, se pelean, se reconcilian y luchan juntos para ser mejores, para estar más unidos y más diferentes.